He decidido estrenar el blog con el que será el tema que
me ocupará parte de mi tiempo este próximo curso. Hace unos meses que me decidí
a hacer un trabajo dirigido el último año de licenciatura. Como
muchos saben, estudio historia del arte por lo que creo que será toda una
oportunidad para aprender y sobre todo disfrutar. La elección del tema me
supuso bastantes quebraderos de cabeza, ya que hay que tener en cuenta que
tendré que estar todo un año realizándolo, consultando ingentes volúmenes de
libros y buscando imágenes sin parar. Finalmente y tras consultar con la que
será mi tutora del trabajo me dicidí por un tema que siempre me había llamado
la atención. Desde que empecé la carrera me ha fascinado la iconografía, parte
fundamental para entender lo que conocemos como historia del arte. Mi trabajó
versará sobre la representación de la lactancia en el arte bajo medieval,
teniendo siempre presente la imagen de la Virgen María amamantando al Niño.
Estoy convencida de que alguna vez habeis visto este tipo
de representaciones ya que a partir de la Edad Media ganaron un mayor éxito por
las devociones populares y con frecuencia se convirtieron en patronas de
diferentes pueblos de la geografía española, como por ejemplo la Virgen del Puerto de Plasencia (Cáceres) o
La Virgen de la Leche de Esquivias (Toledo).
Para entender el significado que adquirió la
representación de la Virgen de la Leche o Madonna del Latte (en su forma
italiana), debemos de tener en cuenta unos antecedentes iconográficos, no sólo
en el Antiguo Testamento, sino también en las primeras civilizaciones. Además
debemos de indicar que la iconografía se apoya en las fuentes, es decir en los
textos que nos narran lo que podemos observar en un cuadro o en una escultura.
Una de las cosas que debemos de tener en cuenta antes de
comenzar con la iconografía, es la
importancia del hecho en sí, la relevancia del alimento materno, y más teniendo
en cuenta las condiciones de vida y la elevadísima tasa de mortalidad infantil
que se mantuvo prácticamente durante toda la época antigua, medieval y moderna
(y parte de la contemporánea también).
La primera iconografía que encontramos con este tema se
remonta posiblemente al Antiguo Egipto, donde la diosa Isis se representaba
amamantando al pequeño dios Horus, aún siendo un niño. Esta representación la
confirmó como madre y esposa ideal, cosa que podemos contraponer a la Virgen
Maria, madre de Dios y esposa, tal y como se la define en el Cantar de los
Cantares en las Sagradas Escrituras.
Más tarde nos encontramos con un mito griego, el de la
creación de la Vía Láctea donde la diosa Hera, esposa de Zeus, engañada por su
marido amamanta a Hércules, sin saber ésta quién era el niño. Al enterarse del
engaño, Hera le retira el pecho y un chorro de leche da origen a la galaxia. En
este acto podemos ver la figura de Hera como gran matriarca, pudiendo pensar
que al igual que a Hércules fue la propia Hera la que alimentó a sus demás hijos
divinos, propiciando el crecimiento de los mismos y por extensión sus
relaciones con los mortales.
Habiendo mencionado estas dos tempranas iconografías,
pasemos a la que será la iconografía de la lactancia por excelencia en el arte
occidental: la Virgen de la Leche.
Podemos encontrar representaciones aisladas desde el
siglo IX, pero será sobre todo a partir del siglo XIV cuando se impulse esta
iconografía, que acentuaba la humanidad de Cristo, otorgando a María el
carácter de Madre de Dios. Las órdenes mendicantes que empiezan a extenderse de
forma masiva en los siglos XIII y XIV propician esta nueva devoción mariana.
La Virgen de la Leche representaba una devoción íntima y
recogida de la Sagrada Familia, por lo que el fiel podía sentirse más unido con
Cristo al compartir momentos que podían hasta resultar anecdóticos de su más
tierna infancia. Además, se recordaba al mismo tiempo a través de los sermones
que gracias a la leche de María, Jesús había llegado a edad adulta y había
muerto en la cruz para redimir a la Humanidad. Como siempre que se habla del arte medieval, ninguna imagen es casual, todo forma parte de un simbolismo
dirigido al adoctrinamiento del pueblo. En muchos de estos sermones se ponen en
comparación la sangre de Cristo con la leche de Maria, incluso algunas de estas
representaciones son conocidas como la Vírgen de la Sangre. La imagen de María alimentando a su hijo transmitía humildad y pobreza al fiel, ya que cabe
destacar que en las mujeres que pertenecían a la realeza y nobleza en la Edad Media no
alimentaban a sus hijos, sino que tenían las llamadas nodrizas que hacían esa
labor. En este contexto de la lactancia encontramos escenas de santos que son
alimentados por sus madres, como una pintura al fresco del siglo XI que
representa la infancia de Nicolás.
Otro ejemplo lo encontramos en la
iconografía de una de las virtudes
teologales, la caridad se representó a través de una mujer que amamantaba a dos
niños, iconografía que se prolongó a lo largo del tiempo.
La iconografía de la Virgen de la Leche fue perdiendo
importancia sobre todo a partir del Concilio de Trento (1545-1563), donde su representación
se calificó como “indecorosa”, se trató de suavizar con temas afines a partir
del siglo XVI como la llamada Virgen de la sopa, donde la Virgen alimenta al
Niño con una especie de papilla, no mostrando así su seno desnudo. Hubo también
ciertas derivaciones del propio tema que se mantuvieron como la Lactancia de
San Bernardo, que nos muestran de manera magistral Murillo o Alonso Cano.
A partir del siglo XVII las representaciones del tema son
escasas, perdiéndose prácticamente este tipo de iconografía.
Con esta entrada he querido mostrar de forma muy breve lo
que será mi trabajo, por supuesto de forma muy resumida, porque como ya he
dicho el trabajo está sin hacer y quedan muchos libros que consultar y muchas
imágenes por observar. Dentro de un año espero aportar nuevos elementos para
que cada vez que observéis una Virgen de la Leche penséis que es algo más que
una simple imagen, que hay toda una iconografía detrás que merece la pena saber interpretar.